A la velocidad de la luz

miércoles, 18 de abril de 2012

Creces,
maduras,
dejas suenos en el camino,
otros ya los llevas en tu caza-mariposas,
ves la sucesión de imágenes a través de tus recuerdos,
y te invade una profunda añoranza, un profundo sentimiento,
una sensación de resignación, de no poder evitar seguir avanzando;
seguir nadando en ese torbellino descomunal y arrollador al que llamamos vida.

Una sonrisa,
caricias en la cuna,
el sonido de un juguete,
un rostro que empiezas a reconocer,
palabras que empiezas a articular, o a intentarlo,
y de repente te pones erguido y empiezas a recorrer camino,
empiezas a trepar, esquivar obstáculos, aprender a no caer y levantarse,
y te conviertes en la luz, que va buscando entre las nubes un lugar, y vuelas como ella.

Y quieres decrecer y volver a vivir momentos que forman parte del tú más profundo,
quieres volver hacia atrás, invertir esa luz imparable y viajar con ella hacia atrás,
deleitar una mirada que no pudiste, una sonrisa que hoy te hace estallar,
y te hace llorar, que te duele recordar porque sabes que la luz partió,
eres pasto del ineludible paso del tiempo, del más oscuro reloj,
eres pasto de las llamas que provocan el renacer del fénix,
que nos hacen cambiar de etapa sin percatarnos,
que nos hacen crecer por dentro,
también por fuera,
y sin opción.

Quieres volver porque ha oscurecido y nunca supiste encontrar el camino a casa,
deseas parar el tiempo para gritar en un instante eterno y vivir en él,
quieres hacer de la quietud tu casa, del recuerdo tu entorno,
tienes miedo, el tablero empieza a desdibujarse,
las casillas eran juegos de ayer, de tu niñez,
ahora los juegos quedan en tu mente,
y vuelves a casa para jugar,
y aún a riesgo de perderte
intentas regresar rápido,
y sentir calor,
sonreír.