Un año de Be(r)sos: Febrero (II)

jueves, 29 de marzo de 2012

El tiempo parece detenerse entre la tristeza,
las calles yacen frías, grises y sombrías,
y el cielo llora, y tu corazón se contagia de esa frialdad;
es momento de asentar un camino, y las dudas siempre llegan,
es momento de volar, y las alas quiebran al rozar el viento,
tu espíritu es grande, pero hacerse mayor hace que cada vez se vea desde más alto;
y más pequeño.

La lluvia, el arma más poderosa de la naturaleza para contagiarnos silencio,
el agua, el regalo más bonito de la naturaleza para contagiarnos vida,
y entre las contradicciones, siempre las dudas,
de esas que te atrapan, de esas que secuestran esperanzas,
y que en ocasiones, matan lo más vivo de tu ser,
la verdadera raíz de uno mismo.

Sobreponerse a la tristeza es el paso clave,
saltar hacia la felicidad desde el escalón más alejado,
volar hasta lo más alto sin preocuparse por caer o no,
locura que puede resultar dulce, amable, sincera:
o puede acabar contigo, arrancar lo poco que quedaba de uno mismo,
riesgo necesario para saltar la duda, esquivarla y regalarle una flor,
sonreír mientras te alejas de ella exhalando una palabra de ánimo,
o una locura de esas que exterminan.

Entre cada poro de tu piel sientes la pena,
pero nada es eterno, todo es cambio, impulso, sueño, vida;
como el agua de lluvia, regalo de la naturaleza;
y como el agua,
los efímeros, el cambio, impulso y sueño pueden ser el arma más poderosa,
para contagiarnos silencio,
para atraparnos en el laberinto creado por nuestra propia mente,
para sumirnos en el desánimo;


Un salto nos puede acercar a nuestros sueños,
pero estar más cerca de ellos, a veces nos puede alejar de nuestra realidad.