Mi vida dos elecciones generales y un día después...

lunes, 21 de noviembre de 2011

     Hace 7 años, yo estaba tan inocente como siempre, con sólo 12 años, sentado en la alfombra de mi salón frente al televisor, presenciando a un señor (que yo no alcanzaba a saber aún quién era) muy muy contento, y otro, muy muy triste. Mis padres me decían que "habían ganado los otros" y que no sabían muy bien qué iba a pasar de ahora en adelante.
     Y pasaron muchísimas cosas. Pasaron dos legislaturas de aquel señor "que yo no alcanzaba a saber quién era", el hoy expresidente Jose Luís Rodríguez Zapatero. Hitos sociales sacudieron nuestro país como la creación de un ministerio de igualdad (ya desaparecido), el nombramiento de una mujer como ministra de defensa, la aprobación del matrimonio (sí sí, matrimonio y ninguna otra palabreja) homosexual, prestaciones para madres primerizas, etc.
     La cosa iba bien, la gente estaba contenta, pero el lobo pronto atenazó a caperucita en ese bosque salvaje que llaman los mercados. Estalló la crisis financiera y económica en Estados Unidos y en un santiamén, en España explotó no una burbuja inmobiliaria, sino una bomba nuclear de proporciones jamás conocidas en nuestro país. La ley del suelo aprobada durante el Gobierno de Aznar había calificado como urbanizable hasta algunas nubes y estrellas, con sus respectivas consecuencias. Especulación, esa es la palabra. Especulación que, como era tan rentable, hizo que España se convirtiera en un país de ladrillo, en un país centrado en la construcción y que había olvidado que sus jóvenes debían seguir estudiando, un país de albañiles y constructores, y especuladores claro está. 
     En el momento del estallido, este "señor que yo no alcanzaba a saber quién era" se negaba a aceptar la evidencia, y ésto le perjudicó sobremanera. Yo por aquel entonces ya tenía una mayor madurez, estaba cursando mis estudios en la ESO y ya había dejado atrás a algunos compañeros carne de cañón del sistema educativo y del fracaso escolar galopante de nuestro país. Pero yo seguía adelante, con ganas de estudiar, saber, conocer, entender las noticias y enterarme de toda la actualidad. Así llegué a Bachillerato y llegué a la universidad. Allí comprendí todo, todo lo que no no alcanzaba a comprender hasta entonces. Y allí llegó el cambio. Un cambio político que TODOS los españoles esperaban ansiosos. ¿Por qué? La sociedad, descontenta con la gestión de aquel señor que yo no alcanzaba a comprender quién era, huyó apavorida del seno de aquel partido que había traído "aquellas grandes desgracias a nuestro país". 
     González Pons, Ana Mato y Aznar, en el Comité Ejecutivo Nacional. | Alberto Cuéllar          Ahora es el señor que hace siete años estaba muy muy triste el que está contento, y del señor que estaba muy muy contento no sé nada, no ha aparecido, ahora en cambio hay otro señor muy muy triste, sólo y que ha sido devorado por un descontento popular causado por esta bomba nuclear (denominación que yo creo más adecuada para la burbuja inmobiliaria).
     Hoy, España es azul. El PP gobierna con la MAYOR MAYORÍA ABSOLUTA DE LA HISTORIA DE LA DEMOCRACIA. Los partidos nacionalistas viven sus mejores momentos en el congreso que representa la unidad de todos los españoles, la izquierda se divide más que nunca y España, hoy tras esos 7 años, navega a la deriva entre primas de riesgo, deudas, caídas del selectivo, fracaso escolar, problemas territoriales, una Unión Europea en crisis, un Euro lastrado por los rescates a Grecia, Portugal e Irlanda y un cambio político que parece ser, no ha cambiado nada un día después (la prima de riesgo ha subido respecto a ayer y el Ibex-35 ha caído cerca de un 3,5%).

     Y colorín colorado, este cuento no ha acabado....

La tormenta perfecta

jueves, 10 de noviembre de 2011

       Un día después de que la prima de riesgo Italiana rompiera su techo, Sarkozy y Merkel han hecho públicas sus pretensiones de conseguir que la eurozona se reduzca, sea más compacta y se establezcan diferentes "velocidades" de crecimiento. Los cimientos de la Unión se tambalean, parece ser que las cargas explosivas de la deuda adquirida por algunos países los ha dinamitado. Hemos llegado a un punto desconocido hasta ahora, un punto en el que importa salvar a toda costa "lo que queda", aislar a los enfermos, establecer una cuarentena a los infectados y poner a salvo a los sanos (o relativamente sanos).

      Se ha llegado demasiado lejos con el endeudamiento. Algunos países se han vendido prácticamente, ¿Qué queda del crecimiento de hace unos años? ¿Qué queda de ese espíritu europeo de raciocinio, de ese espíritu de unión? Nada. Estas intenciones dejan claro que el modelo europeo está en crisis, aunque algunas medidas como la creación de los eurobonos dejan entrever un ápice de aquellas viejas buenas intenciones.

      Primero Grecia, Portugal después y ahora Italia. Y me viene una pregunta a la cabeza, ¿Cuánto tardará España? En un primer momento, yo mismo veía lejano un rescate a España, muy lejano, pero no lo veo así en estos momentos. Las Autonomías se han endeudado hasta límites inimaginables, han asumido competencias provocando que en España actualmente existan 17 sistemas educativos y 17 sistemas sanitarios, entre otros descabellados planes. Mientras Europa se unía, nosotros nos separábamos, siempre nadando a contracorriente a través de la historia.

      No paran de repetirnos que nuestro país es sólido, pero realmente yo ahora tengo mis dudas. La reforma constitucional para incluir el artículo del techo de deuda de las autonomías ya nos da la sospecha de que el tema es muy preocupante, una reforma constitucional deprisa y corriendo, en verano, para no causar alarma, no mermar más la confianza en nuestro país.

       Caídas de los selectivos, subida de las primas de riesgo, deudas titánicas, dirigentes incompetentes, paro, desempleo, bajada del poder adquisitivo, más despidos, rescates, caídas de países y nacionalismos nos están arrojando a un abismo en el que España cada vez ve la luz más lejana, un abismo en el que Grecia, Portugal e Italia han caído ya y cuyos gritos económicos reverberan en los oídos de inversores, agencias de calificación y especuladores.

    Una tormenta perfecta, realmente.


David Bayona