Oda a Luz al atardecer.

jueves, 14 de enero de 2010

Te siento entre mis sábanas al atardecer, te gustaba desnudarte para mi, y me gusta cuando recibo de ti esa mirada cómplice que deja entrever que te quiero, que me quieres, y esto es mucho más grande que nosotros dos, que el infinito de nuestras miradas y que el univerno, vacío, lejano, ininteligible, desentrañable, inexplugnable y reflexivo, como tu sabor de miel cada amanecer, como tus oyuelos cargados de ternura que hacen que se me erice la piel mientras un suspiro tierno recorre mi cuerpo, desde los pies, hasta la nariz, y recuerdo que preguntabas "¿por qué llueve?" Y recuerdo que yo te contestaba "el cielo llora porque nunca podrá ser tan bello como tú", y cuán bello debería ser para asemejarse tan sólo en un pestañeo a ti. Me gustaba la magia de tu alrededor cuando los gnomos se escondían entre tus colinas y las hadas volaban entre tus sombras, escondidas esperando a que tu belleza no les cohibiera. Eres la luz, eres mi luz.

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